Érase
una vez una joven que vivía con su madrastra. La joven era buena y humilde
y sus amigos eran unos ratones un
perro...
Un día trajeron una invitación para un baile y Cenicienta no estaba invitada. El día del baile sus hermanastras y su madrastra se pusieron muy guapas, y Cenicienta se quedó en la casa limpiando.
Cuando de pronto llegó su madrina, la hizo un vestido azul y
unos zapatos de cristal para que Cenicienta
fuera guapa al baile, pero la madrina la advirtió que a las 12
se rompería el hechizo. Convirtió a los ratones en caballos, a una calabaza en
la carroza y al caballo en el chofer.
Cuando Cenicienta llegó al baile toda la gente se quedaba
asombrada por lo bella que iba y al príncipe la gustó tanto que la sacó a
bailar. Se tiraron horas y horas bailando y Cenicienta no se daba cuenta de que
el hechizo se acabaría en unos minutos. Cenicienta miró el reloj se fue
corriendo sin decir palabra y perdió su zapato, el príncipe corría tras ella
pero escapó. Antes de llegar a casa el hechizo se rompió y Cenicienta seguía
como antes.
A la mañana siguiente la madrastra la encerró para que no
volviese a verse con el príncipe, pero con la ayuda de los ratoncitos pudo
salir.
Llamaron a la puerta ya Cenicienta no la dejaron abrir. Era el
encargado del príncipe que iba casa por casa probando el zapato. A las
hermanastras no las valía, hasta que Cenicienta bajó y le quedaba perfecto.
Cenicienta acompañó al encargado del príncipe y el príncipe y ella se
reconocieron.
Al día siguiente se casaron y las hermanastras y la madrastra no
asistieron a la boda. Y los dos fueron felices y comieron perdices.